Parecería, Palma, que al correr de la vida –al paso de las horas, los días, los decenios–, tu imagen se alimenta de esa informe, esa leve y aleve materia que es el tiempo. Te veo allí sentada, aún te veo, sentada casualmente, platicando sonriente con Ennio aquella tarde, en un abril remoto que casi ya no ocupa lugar en la memoria. Era la vieja Roma, eran los años jóvenes –mis años de estudiante– los cines de segunda, los sueños de primera, los amoríos fugaces, los paseos nocturnos por el Pincio, las parejas de amantes a la luz de la luna. Era la época de la guerra ominosa de Vietnam y las protestas masivas de estudiantes y obreros, eran los meses finales de mi estadía romana, Hemingway y Pavese, la tesis que escribía sobre el primero. Era el grupo de amigos y amigas que los años y la distancia se han tragado y era Palma Ferrante en la casa de Ennio y era la Niña Veras –mi paisana–, que compartió conmigo lo de Palma.
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Wednesday, May 2, 2018
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